Poner la Misericordia en el centro

La invitación del Papa Francisco para el Jubileo

Print Mail Pdf

Poner la Misericordia en el centro

Este Jubileo celebra los 50 años de la clausura del Concilio Vaticano II, del mismo modo que el Año de la Fe en 2012/2013 había marcado el 50 aniversario de su apertura. De Benedicto XVI a Francisco, la Iglesia católica habla con una misma voz para anunciar el Evangelio con un nuevo lenguaje conforme a lo que los padres conciliares iniciaron, bajo el impulso del Espíritu Santo, hace medio siglo.

El discurso del beato Pablo VI, durante la última sesión del Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965, proponiendo al Samaritano misericordioso como modelo para la renovación de la Iglesia, es una regencia esencial para comprender mejor el sentido de lo que se vive durante el Año Santo. “Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36): todos tenemos que volver a esta llamada de Cristo que es un mandamiento, y vivir en consecuencia, colectivamente, como pueblo misionero del amor y de la ternura de Dios.

El Papa desea, siguiendo esta dinámica, que este Jubileo se celebre también en las Iglesias locales, de manera descentralizada, y que las iniciativas sean complementarias. Cada diócesis ha podido abrir una Puerta de la Misericordia, sobre todo en los santuarios marianos.

En cuanto al Calendario romano (ver página de internet www.im.va), además de las grandes citas previstas como, por ejemplo, la dada a los voluntarios activos en las obras de misericordia el 4 de septiembre, o a los detenidos, el 6 de noviembre, el Papa pretende ir simbólicamente muchas veces a las “periferias existenciales”, deseando que los obispos y los sacerdotes hagan lo mismo a lo largo de este Año Santo, con el fin de ser testigos de la conversión espiritual a través de gestos de perdón, apoyo, ayuda y amor.

Será también una invitación para el judaísmo y el Islam para continuar el diálogo, sobre la base común de la misericordia. Designando al Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad (Éxodo 34,6), la Biblia hebraica utiliza particularmente la palabra “rahamim”, que evoca las entrañas maternales, el lugar de donde proviene la vida. La palabra hebrea “hesed” también se emplea en el texto consagrado para expresar otros aspectos del amor misericordioso: fidelidad, benevolencia, bondad, solidaridad …


“Hacerle sitio al Señor para que venga y me cambie”

Es “inexplicable” este amor de Dios, “ningún teólogo puede explicar esto, sólo se puede experimentar y llorar de alegría” comentaba el Santo Padre durante una misa de por la mañana, apoyándose en el Evangelio del día que describía la curación del hijo del funcionario real. Ese hombre creyó que Jesús tenía el poder de cambiar la salud de su hijo y se puso en camino. La fe consiste en “hacer un espacio para ese amor” que es poder de Dios, añadía Francisco, irradiante: “es el poder de uno que me ama, que está enamorado de mí y que quiere la alegría conmigo”.

“Esto es la fe – concluía – hacer espacio al Señor para que venga y me cambie”. Nosotros haremos primeramente la experiencia en el sacramento de la reconciliación, en el centro mismo de nuestro dolor, durante el Año Santo de la Misericordia, para volvernos después humildes y alegres testigos.

Dentro de la gran persecución que la Iglesia de Cristo está teniendo desde Pakistán hasta Nigeria pasando por Libia, Siria e Irak, el sucesor de Pedro pastorea a sus ovejas a través de numerosas tribulaciones. Esperemos que este Jubileo pueda “dar consuelo a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo”, como Francisco lo desea recordando que “Dios perdona todo y Dios perdona siempre” (homilía del 13 de marzo de 2015).

Confiemos con él este Año a María, Madre de la Misericordia, “para que nos dirija su mirada y vele nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año para recibir la indulgencia de Dios, a recibir la misericordia de Dios”. Podremos ampliamente tener la ocasión de abandonar la certeza de sentirnos “justos” y juzgar sin cesar a los demás, renunciar al orgullo que nos lleva a querer siempre tener razón, para amar gratuitamente y perdonar generosamente. Como lo dice Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo, Misericordiae Vultus (n° 20), apoyándose en el salmo 50: “la justicia de Dios es su perdón”.


Emmanuel Nayev


(20 diciembre 2015)