María, Reina de Palestina, modelo de fidelidad a la Palabra de Dios

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Gerusalemme

El Gran Magisterio, las Damas y los Caballeros de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, se unen a los fieles del Patriarcado latino de Jerusalén para la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Palestina, Patrona del Patriarcado y Patrona de nuestra Orden Ecuestre. Para esta ocasión, Mons. Antonio Franco, Asesor de la Orden, ha querido escribir una meditación para sostener nuestra oración.
 

Esta fiesta es para todos nosotros una excelente ocasión para hacer una parada en la contemplación de María, la humilde niña de Nazaret que, al anuncio del ángel, se compromete sin dudar en el proyecto divino de la salvación: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38), y se pone enseguida en marcha, a lo largo de los caminos de Galilea, Samaría y Judea, para ir a ver a su prima Isabel que, ya en edad avanzada, también espera un hijo: es una Sierva del Señor, atenta a aquellos que están necesitados, como en Caná de Galilea (Jn. 2, 1-11). Y la seguimos en todas las etapas de la vida de Jesús, desde Belén hasta el Calvario, formando parte tímidamente de los acontecimientos que guardaba en su corazón para entrar en su significado profundo (cf. Lc 2, 19. 51), en una comprensión cada vez más incrementada del proyecto de Dios que se revelaba en el Hijo y en la fidelidad de su misión específica de Madre que, a los pies de la cruz, ve extendida a toda la humanidad.

Estamos seguros de que, como sierva del Señor, Virgen fiel, Madre de la misericordia, fija una mirada particularmente atenta a los pueblos que tienen hambre y sed de paz. También estamos seguros de que hoy, María fija una mirada particularmente atenta en nosotros, Damas y Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén, que hemos recibido la misión de contribuir a mantener viva en esas tierras la memoria histórica y la presencia de Cristo.

María nos invita a seguir su ejemplo: crecer en la comprensión de nuestra identidad de cristianos y de nuestra misión específica como Damas y Caballeros en relación con Tierra Santa y en general con toda la región, teatro de la historia de la salvación realizada por Cristo y actualizada por el ministerio de la Iglesia. Ésta brilla en nuestro camino como modelo de fidelidad a la Palabra de Dios y de consideración maternal para aquellos que están necesitados. Nos invita a ser agentes de paz en una región atormentada por la violencia, por nuestro compromiso de solidaridad activa, y la suplicamos que pida a su divino Hijo la paz para Jerusalén, para Tierra Santa, Oriente Medio y el mundo entero, esa paz que nace en el corazón y que nos hace sentir hermanas o hermanos, sin distinción de raza o religión.
 

+ Antonio Franco
Asesor


(25 de octubre 2016)