La Tierra que da Vida a la vida: encuentro con un guía de peregrinos en Tierra Santa

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Sergio Rotasperti

El P. Sergio Rotasperti es biblista y acompaña desde hace años a grupos de peregrinos en Tierra Santa. Con el paso de los años ha experimentado algunas propuestas hechas a medida, peregrinaciones con la Biblia en la mano en las que se dedica más tiempo a la meditación de la Palabra de Dios, al senderismo bíblico, caminos a pié por la «Tierra del Santo».


P. Sergio, usted guía desde hace años a los peregrinos en Tierra Santa «con la Biblia en la mano». ¿Qué puede contarnos al respecto?

Hay numerosas formas de ir a Tierra Santa y una de las maneras más profundas es ir intentando entender las Escrituras, empezando por Jerusalén. Nos apropiamos de nuevo las Escrituras en el momento en el que las hacemos revivir a través de los ojos. Se trata de un elemento común a muchos peregrinos. Mucha gente me dice: «ahora ya de vuelta a casa entiendo las Escrituras», ya que pueden sin lugar a dudas localizar el lugar del acontecimiento. Leer las Escrituras sobre el terreno significa dar cuerpo, ojos, perfumes, sentimientos… todo lo que una lectura solamente mental o alejada de la tierra no puede ofrecer.

He realizado mis estudios bíblicos durante muchos años, pero se abrieron mis ojos cuando fui a Tierra Santa: en Tierra Santa no basta con leer las Escrituras, pero si no las leen en Tierra Santa, su manera de leer la Biblia sigue siendo limitada o delimitante. Efectivamente, nosotros lo llamamos el Quinto Evangelio.

Está claro que la relación entre Biblia y Tierra Santa no se agota cuando se va a Tierra Santa. Tierra Santa desplaza ciertos nudos de conocimiento bíblico arqueológico y si se sabe presentar bien la Biblia, ésta llega a suscitar durante la peregrinación el amor por las Escrituras que debe continuar incluso después de la vuelta al hogar. Para dar una dignidad a esa tierra hay que repartir del lenguaje bíblico.


Cuando se le escucha hablar nos damos cuenta hasta qué punto la Tierra Santa no es para usted un lugar de trabajo sino que esconde una experiencia mucho más profunda y completa de su existencia...

Para mí Tierra Santa contiene simbólicamente todo mi ser. Creo que la geografía y el mundo bíblico recuerdan todo el mundo interior de una persona y, por consiguiente, también el mío. Cuando voy a Tierra Santa, leo y vuelvo a leer las Escrituras con las personas, pero también me leo y me vuelvo a leer a mí mismo. Profundizando este mundo, me descubro mucho mejor a mí mismo, y se trata de un ejercicio siempre nuevo. Los textos que leemos son siempre los mismos pero son mayéuticos y tienen el poder de suscitar en mí una respuesta extrayendo siempre cosas nuevas.


También ha realizado numerosos senderismos bíblicos. ¿Cómo la marcha puede permitir una mirada diferente sobre los lugares y las Escrituras?

La experiencia de la marcha es única y no se la puede comparar a ningún otro itinerario. Cuando nos desplazamos en autobús, por lo general, se descubre Tierra Santa precipitadamente. La marcha nos permite recuperar la dimensión del tiempo. El autobús tarda veinte minutos para ir de Nazaret a Cafarnaún, o quizás media hora como máximo. Realizando esta distancia a pie, podemos echar entre tres y cinco horas, pero el tiempo que dedicamos en ese recorrido saboreando los detalles es incomparable.

Hace dos años realicé el camino de Yenín a Jericó. No se trata de una caminata específicamente bíblica, pero la experiencia que tuve con el pueblo palestino fue maravillosa, yendo por la tierra de los patriarcas. Nos sentimos acogidos por un pueblo y al mismo tiempo nos sentimos dependientes completamente de ellos, es algo que no se puede describir.

Aquel que decide realizar una caminata siente en general el deseo de algo más profundo y a menudo se vive durante el camino una experiencia semejante a la de los discípulos de Emaús. Durante todo el trayecto se habla con un desconocido y surgen las cuestiones de la vida. En esta tierra las personas abren enseguida su corazón, nos sentimos enseguida en un clima en el que nos damos tiempo a nosotros mismos y a los demás, leemos las Escrituras que son la clave de lectura de la jornada y bajamos las barreras. Los muros que pueden existir entre las personas que no se conocen desaparecen como por arte de magia y nadie teme desvelarse.

Pienso que esa es una de las cualidades de la marcha a pie en esta tierra ya que cuando alguien decide ir a Tierra Santa y hacerlo a pie, ya sale con un deseo, una respuesta para alguna pregunta – ya sea humana o espiritual –, un dolor, o incluso es alguien que se encuentra en una situación de conflicto o que tiene que tomar una decisión.


¿Puede hablarnos de una situación o persona que se haya quedado grabada en su corazón en todos estos años de peregrinación?

La historia que me dispongo a contar ha evangelizado mi vida y mi manera de pensar sobre la muerte. Una pareja quería ir a Tierra Santa desde hacía mucho tiempo, pero por una razón u otra nunca habían conseguido hacerlo. A la mujer la diagnosticaron cáncer de huesos al decimotercer aniversario de bodas. Antes de morir ella dijo a su marido que quería hacer esa peregrinación a Tierra Santa y decidieron ir con su hijo. Por supuesto, ninguna agencia quería llevarlos. La agencia con la que colaboro me comunicó que no podían rechazar esa petición y me pidió que acompañara al grupo.

Durante la peregrinación, tuvimos la ocasión de ir a la ermita de Getsemaní y esa tarde di tiempo para la oración personal. La mujer me pidió recibir la Unción de los enfermos y preparamos todo en la ermita. Antes del rito se levantó otra persona del grupo y pidió también recibir el sacramento ya que – dijo al grupo en ese momento – ella también tenía cáncer. Después se levantó otra persona… Me emocionó mucho lo que la gente lleva en el corazón. La primera mujer murió unos meses después y, después de cierto tiempo, tuve noticias del hijo de ese matrimonio.

Los meses posteriores a la peregrinación – como me contó el hijo – estuvieron llenos de sufrimiento por la enfermedad, pero su madre seguía repitiendo que cuando pensaba en Tierra Santa, tenía fuerzas para seguir adelante y no tenía miedo.

Pienso que el Espíritu Santo actúa de manera que no entendemos. Esa experiencia me ha evangelizado y me da fuerzas para sembrar y dar coraje. Tierra Santa da vida allí donde aparentemente no la hay. La lectura bíblica y espiritual da vida a la vida.

La peregrinación no consiste tanto en visitar lugares. La Tierra Santa evangeliza a las personas, como lo hizo con ésta. La memoria de los lugares del Señor la hizo ir al encuentro de la muerte con tranquilidad, a pesar del sufrimiento. Puedo ser testigo del hecho que para muchas personas, aunque de manera diferente, la experiencia es profundamente la misma.


¿Y un lugar?

El lugar más bello para mí es el desierto. Creo que el de Néguev es el lugar que más me fascina y me habla por su silencio. Permite que entremos en nosotros mismos, en Dios, en la naturaleza y la historia. Me parece escuchar de nuevo a Oseas: «Por eso, yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón» (Os 2, 16), y las numerosas páginas bíblicas que hablan del camino de ese pueblo.


Entrevista realizada por Elena Dini


(primavera 2019)